El Origen de la Creación y Cómo Apareciste Tú en el Universo

Hoy quería hablarte del origen de la creación del universo, un tema que me apasiona. Es realmente fascinante, ¿no crees? ¿Cómo empezó todo? ¿Cómo puede ser que este universo tan complejo haya llegado a existir?

Y lo más importante de todo: ¿cómo llegaste tú a existir? ¿De dónde has salido?

Son preguntas muy importantes y profundas que, en el fondo de nuestro corazón, todos deseamos poder responder. Son como un agujero en nuestra alma que nos hace sentir incompletos.

El objetivo de este artículo es intentar hacer este agujero un poco más pequeño. No es un tema fácil, y a menudo por cada respuesta que encontramos aparecen nuevas preguntas, pero espero que poco a poco podamos irlo clarificando.

Te animo a leer el artículo sin intentar comprenderlo todo sólo con la mente. He intentado ser riguroso a la hora de explicar cómo se originó el universo, pero es un tema tan sutil, que todas las explicaciones que se me ocurren tienen una parte de metáfora.

Por esta razón, creo que es mejor que intentes escuchar también con tu corazón y conectar con la parte del Creador que hay en ti. Cierra los ojos e intenta sentir cómo empezó todo. Tú y yo formamos parte de la creación, y por tanto, estábamos ahí cuando empezó. Y aunque ahora mismo no lo recordamos del todo, en el fondo lo sabemos perfectamente.

El Origen de la Creación

Al principio, no había nada. Este es el origen de la creación del universo: una calma total y absoluta. Nada se movía ni un solo milímetro.

Para visualizarlo más fácilmente, te lo puedes imaginar como un lago totalmente en calma. Por supuesto, no es una comparación exacta, porque un lago es algo, y el universo, antes de que comenzara la creación, no era nada. Pero es una imagen que creo que ayuda a hacernos una idea de la situación.

La vida comenzó cuando, en un determinado momento, se produjo una pequeña perturbación en este «lago»: uno de los puntos se empezó a mover. Comenzó a vibrar.

¿Y qué pasa cuando un punto de un lago vibra? Pues que esta vibración hace que se muevan los puntos de al lado y luego los puntos de más allá. Es lo que sucede si lanzamos una piedra al lago, por ejemplo. La piedra hace que se mueva primero el punto donde cae, y luego este movimiento se expande en forma de onda por toda la superficie. De manera que al final todos los puntos se acaban moviendo. Así:

Así es como la vida se fue extendiendo por todas partes. Uno de los puntos del universo se empezó a mover, y su movimiento se propagó como una onda.

El misterio último del origen de la vida es saber qué produjo esta perturbación inicial. En el ejemplo del lago, la perturbación la produce la piedra que lanzamos, pero en el caso del universo, ¿qué hizo que uno de los puntos empezara a vibrar si no había nada? ¿Quién tiró la piedra que lo puso todo en movimiento?

Pues no lo sé. Pero estoy convencido de que podemos descubrirlo, y personalmente no voy a parar de buscar hasta que encuentre la respuesta, o hasta que deje el planeta, lo que ocurra primero. Si lo descubro y todavía estoy aquí, te lo explicaré, por supuesto. Y si lo descubres tú, ¡cuéntamelo por favor!

Lo que sí se puede saber más fácilmente es qué fue esta perturbación inicial. Esta chispa que hizo que el universo se pusiera en marcha fue la aparición de la conciencia. En un determinado momento, un punto del universo tomó conciencia de sí mismo, y esto hizo que empezara a moverse.

Ahora bien, ¿cómo y por qué tomó conciencia de sí mismo un punto del universo? De momento no lo sé. Pero el caso es que lo hizo.

El Poder de la Conciencia

La conciencia es una fuerza creativa y expansiva por naturaleza. Fíjate que tú mismo, por el hecho de tener conciencia, te expandes continuamente de forma natural. Tu conciencia te hace sentirte vivo, y al sentirte vivo, sientes un fuerte deseo de participar activamente en la vida y de vivir experiencias nuevas y enriquecedoras.

Este deseo natural de expansión que tú sientes es el mismo que sintió el punto original que hizo que el universo empezara a moverse. Al tomar conciencia de sí mismo, se dio cuenta de que se podía mover, y le gustó. Lo he puesto en negrita porque este aspecto es clave para entender el funcionamiento profundo del universo: la vida existe porque el punto que lo empezó todo disfrutó cuando se empezó a mover. Si no le hubiera gustado, se habría quedado quieto, y ni tú ni yo estaríamos ahora aquí.

Este hecho es un buen indicador de la importancia de hacer lo que realmente nos gusta. Fíjate que el universo existe porque el punto Creador disfrutó con lo que hacía. No lo hizo por obligación ni por responsabilidad. No había nadie diciéndole «venga va, ¡muévete vago!» Lo hizo porque quiso.

Y esto quiere decir que la fuerza básica que puso en marcha el universo, y que lo mantiene en movimiento, es el deseo de hacer lo que realmente te gusta. Si alguna vez has pensado que hacer lo que realmente amas no es bueno, la realidad es todo lo contrario: lo que no es «bueno» es hacer lo que no quieres, porque entonces vas en contra de la fuerza primordial de la existencia.

La Estructura Básica del Universo

Al ver que le gustaba esto de moverse, el punto inicial comenzó a experimentar. Primero con movimientos simples: moviéndose más lento y más rápido, arriba y abajo, hacia los lados… Y luego haciendo movimientos más complejos.

Y vio que, cuando se movía, se movían también los puntos de su lado; y dependiendo de cómo se movía, cambiaban los movimientos de los puntos que la rodeaban.

Y esto lo dejó totalmente fascinado: resulta que, con sus movimientos, podía crear una gran variedad de formas a su alrededor. De hecho, podía crear cualquier cosa que se imaginara.

Una imagen que te puede ayudar es imaginarte que tienes una sábana y que la coges con una mano por un solo punto. Si mueves la mano, toda la sábana se moverá. Y dependiendo de los movimientos que hagas, podrás crear formas diferentes con ella.

Pues esto es lo que hizo el punto creador del universo: sólo él se movía directamente, pero su movimiento impulsaba a los otros puntos, y esto creó una gran variedad de formas.

El universo, pues, es como una enorme sábana donde uno de sus puntos está vibrando.

Las primeras formas que creó este punto con su vibración fueron lo que ahora mucha gente llama «geometría sagrada»: las formas básicas que forman la estructura del universo. Y luego fue combinándolas para crear formas cada vez más complejas hasta llegar a las estrellas, los planetas y las diferentes formas de vida.

Quizá sorprende un poco la idea de crear un planeta sólo a partir de pequeños movimientos de un único punto del universo, pero es similar a lo que hacen los niños cuando juegan a Lego: crear estructuras cada vez más grandes y complejas a partir de piezas muy simples. O lo que hacen todos los ordenadores: ejecutar una variedad infinita de programas utilizando sólo “unos” y “ceros”.

Así pues, todo comenzó con un pequeño punto del universo que se empezó a mover. Un punto que, ahora, normalmente llamamos Dios.

Pero este nombre no es el más adecuado, porque en realidad este punto eres tú. Si cierras los ojos y miras dentro de ti, verás que hay una fuerza creadora que disfruta creando sin parar. Y si miras un poco más, verás que esta fuerza sale de un punto muy pequeño. Un punto inquieto y juguetón que no para nunca de moverse y que va creando mil y una cosas maravillosas a su alrededor.